viernes, 27 de marzo de 2015

La torta

Hace un par de meses despertaba en las mañanas y sentía un dejavú sumamente molesto, como si hubiese olvidado algo en algún momento y en esas mañanas mi cerebro se esforzaba en recordarlo.

Hoy lo recordé, pasé a buscar mis lentes nuevos al centro. Recordé lo viejo que estoy y lo viejo que me siento. Las cosas en general me las tomo con mucha más calma, soy paciente y cuidadoso, tranquilo en general y mucho, mucho más independiente. Y de repente, entre traspiés me voy dando cuenta que veo venir las cosas inevitables con sorprendente anticipación y no es que me prepare para su llegada, si no que ya no me importa que lleguen, sé que, pase lo que pase, existen dos simples opciones, me tiro al metro o sigo avanzando, y como aún no tengo intenciones en caminar para el otro patio, me quedo y se acabó.
 
Lo que me lleva siempre a pensar en lo mal repartida que esta la torta en la vida, algunos nos quejamos de puras huevás y siendo que tenemos mucho, mientras otros tienen mucho menos de lo que les corresponde. Lo bueno es que el juego es igual para todos. Todos por igual tienen que tomar lo que tengan a mano y darle el uso que puedan.

He sido la misma persona por años y las pocas cosas que he cambiado no han sido forzadas por nadie, son decisiones que tomé seriamente respecto a un comportamiento que decidí que no era el correcto. Por lo tanto, y pase lo que pase, sigo siendo la misma persona de hace seis meses, un año o cinco años. Y es probable que a esta altura no haya vuelta atrás. Y es lo que detesto de los cambios, las conductas que no te pertenecían, pero que adoptaste responsablemente por un fin, quedan ahí, acompañándote y recordándote las cosas que ya no están.

Y esto mismo lo escribí hace 4 años, cuando fui por mi primer par de anteojos.



En mi fin juego un 'chúpame el pico', juega, vida reculiá.

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